Guanacaste: ¿Destino paradisíaco o territorio ocupado?

Fui a Guiones, en Nosara, por trabajo. Lo que encontré fue un espejo incómodo de lo que muchos no quieren ver: una Costa Rica que se nos escapa de las manos. Nuestras playas, esas que por años fueron refugio de familias, de juventud, de vacaciones improvisadas, están hoy secuestradas por un modelo de desarrollo que no incluye al costarricense promedio.

Nosara, como Santa Teresa o Avellanas, se ha transformado en un enclave de lujo, surf y “wellness” importado. Un oasis exclusivo para extranjeros y ticos privilegiados que pueden mimetizarse con este nuevo paisaje de rótulos en inglés, menús de comida “fusión” a precios en dólares, y acentos que raramente pronuncian una sola palabra en español.

Sí, el progreso siempre trae cambios. Pero el punto de quiebre, según los pocos locales con los que logré hablar, fue la pandemia. Ahí comenzó el éxodo inverso: no de ticos hacia la costa, sino de extranjeros capitalizados buscando paraísos. Y lo encontraron. Lo compraron. Y lo moldearon.

Hoy, para un tico de clase trabajadora, ir a la playa ya no es una escapada posible. Las cabinas accesibles desaparecieron, los precios se dispararon, y el “paseo” en bus con familia incluida es apenas un recuerdo. Las playas siguen siendo nuestras por ley, sí, pero el acceso real es cada vez más exclusivo. Más vigilado. Más lejano.

Peor aún, la arquitectura y la estética de estos nuevos desarrollos parecen querer borrar la identidad local: casas minimalistas de concreto pulido, techos planos, y construcciones que podrían estar en Mallorca, en Tulum o en Biarritz. ¿Dónde quedó lo vernacular? ¿Dónde está la Costa Rica que nos pertenecía a todos?

Nuestros gobiernos han cedido. Nuestros líderes locales han pactado con el espejismo del desarrollo. Algunos extranjeros, es cierto, llegan con buenas intenciones y apoyan causas ambientales. Pero muchos otros simplemente compran, construyen y venden. Y a cambio, nos dejan espejitos. Otra vez.

Urge que este tema sea central en la agenda política. Urge que discutamos sobre el modelo de país que estamos permitiendo. Porque si no levantamos la voz, pronto vamos a necesitar pasaporte para volver a las playas que nos pertenecen.

Como dijo Fidel Gamboa, y como duele recordarlo:
“Guanacaste ya no está… ya no me lo canta el viento.”